(Depetroleo-Gonzalo Díaz). El impulso actual de los valores de referencia del petróleo, es el más alto desde 2014, y según un sin número de operadores y economistas pronostican un retorno del barril a los u$s 100, creando así, en el concierto económico global, ganadores y perdedores.
Es por eso que los exportadores están disfrutando de excelentes resultados, dando un "viento de cola" a sus compañías y a las arcas de los gobiernos. Por el contrario, las naciones consumidoras (o como en el caso de nuestro país, donde los valores de los combustibles no están regulados por ninguna entidad estatal) soportan el costo recesivo de esta bomba, que a su vez, podría avivar la inflación y dañar severamente la demanda.
La buena noticia, es que un barril a u$s 100 implicaría menos para el crecimiento mundial en 2018, comparativamente con el pico de 2011. Y eso se debe a que las economías dependen en menor medida de la energía, y por la revolución del shale estadounidense.
A su vez, mucho depende del porqué los precios están aumentando. Dos fuerzas están en juego, un shock un medio de una oferta restrictiva puede ser negativo, pero un shock debido a una sostenida demanda reforzaría un sólido crecimiento. Y es por eso, que el Brent ha llegado a subir un 22% este año.
En tal sentido, un mayor incremento del precio del petróleo, significaría daños a los ingresos de los hogares y mayor gasto para el consumidor. Dependiendo de la posición geográfica, por ejemplo, Europa es muy vulnerable porque la mayoría de los países de ese bloque económico son importadores de crudo. No muy diferenciale es el caso de China, el mayor comprador mundial de petróleo, y podría ocasionar un mayor costo inflacionario.
Los efectos estacionales, como el próximo invierno en el hemisferio norte, también es un factor de importancia a considerar. Ya que los consumidores podrían eventualmente, recurrir a los biocombustibles o el gas, pero no de manera tan rápida.
Otro duro golpe, será el aumento de las tasas de interés del dólar, que no contribuirá, dado que el crudo tiene un precio referenciado a nivel global en dólares.
El factor geopolítico sigue siendo uno de los preponderantes. Las medidas impulsadas por la administración Trump contra Irán, ya están limitando las exportaciones de crudo de esa nación del Medio Oriente. Además, de las presiones constantes de la Casa Blanca a la OPEP para que produzca más. Otra realidad se vive en diversos puntos geográficos, como Venezuela, Libia y Nigeria donde están siendo azotados por los crecientes colapsos económicos y diversos disturbios civiles.
Sin embargo, en este contexto económico global, hay ganadores, y la mayoría de ellos son las naciones productoras de crudo de las economías emergentes. Arabia Saudita lidera el podio, con un 21% de su PIB desde 2016, seguido de Rusia, que es el siguiente entre los 15 mercados emergentes clasificados recientemente por el medio especializado Bloomberg. Otros ganadores pueden ser Nigeria y Colombia, cuyos presupuestos se verán incrementandos, lo que posibilitará estimular el gasto en inversión.
En el otro extremo, están los países compradores de crudo, los perdedores, los que deberán cargar con el mayor peso deficitario: India, China, Taiwán, Chile, Turquía, Egipto y Ucrania. Pagar más por el crudo, presionará las cuentas públicas y hará más vulnerable esos países al aumento de las tasas de interés del dólar americano.
Un capítulo aparte, merece los efectos del aumento de precio del barril, que padecerá la economía más grande del mundo. Que si bien, hay un riesgo inflacionario, este será amortiguado por la revolución del shale.
Una antigua regla empírica entre los economistas era, que un aumento sostenido de u$s 10 por barril reduciría aproximadamente en 0.3% la producción estadounidense el próximo año. Y si bien, el hito histórico de la administración Trump en materia energética, es haber conseguido una soberanía energética casi plena, e impulsar a niveles récord la capacidad extractiva, los hogares más humildes de Estados Unidos se verán forzados a mayores pagar más por el combustible. Según se calcula, los consumidores norteamericanos gastan un promedio de 8% de sus ingresos en nafta.
Es por ello que, un incremento de sustancial del barril de crudo, podría impulsar un brote inflacionario general, ya que los costos en transporte y demás servicios público, licuaría los salarios de los trabajadores.
Los bancos centrales, están tomando nota de este fenómeno global, y bien podrían impulsar un ajuste más rápido en sus políticas monetarias, como tal es el caso de Tailandia, Indonesia, Filipinas y Sudáfrica.