(Víctor Amigorena-DePetroleo) El panorama de la industria sigue siendo preocupante. El precio del petróleo no solo que no se recupera, sino que sigue cayendo. Las últimas cifras son, si se tratara de una película, escalofriantes: anoche, con el mercado abierto como lunes, el crudo estadounidense cayó por debajo de los 17 dólares el barril en Asia, un nuevo mínimo en varios años, debido al desplome de la demanda mundial provocado por la pandemia de coronavirus.
El barril estadounidense West Texas Intermediate (WTI) perdió 7,5% y se situó en 16,9 dólares la unidad en las primeras operaciones asiáticas, mientras que el Brent del Mar del Norte caía 0,5% hasta los 27,94 dólares el barril. A esto, si hablamos de la cuenca del golfo San Jorge debemos restarle en el caso del Brent entre 6 y 10 dólares de su valor de cotización en el mercado. Así de sombrío el panorama.
Hoy se tendría que estar firmando un acuerdo entre las cámaras de empresas petroleras y los sindicatos del sector, por el cual los trabajadores comenzarán a percibir a partir de esto entre un 50 y 70 por ciento menos de sus salarios. ¿El motivo? las empresas no pueden sostener la situación como venía sucediendo, y las alternativas no eran muchas: o se rebajan los salarios o se despide gente. A pesar que esto no le hizo gracia a los sindicatos, incluso hasta hubo alguna oposición pública en un par de ellos, como el de Santa Cruz liderado por Vidal y el Jerárquico liderado por José Llugdar, los gremios no tienen demasiadas opciones en este contexto.
Pero podría ser peor, no se ha tocado fondo aún. Nadie puede prever hasta donde llegará la caída del precio del crudo. Ningún analista se podía imaginar el escenario actual.La reducción salarial en el caso de los trabajadores no termina allí, los despidos de todas maneras están latentes en función de lo que suceda. Si esto se profundiza, no hay demasiadas salidas.
Los acuerdos en el marco de la OPEP no fueron tan poderosos como se esperaban, el precio solo se recuperó el día que el mismo se firmó, hace una semana atrás, en tan solo un 3%, luego otra vez comenzó a caer. El acuerdo de recorte de producción no tuvo efecto.
Por otro lado, como consecuencia de la cuarentena en muchos países, el consumo de combustible quedó por el piso: cayó en un promedio del 80%. No hay vuelos, no hay barcos, no hay transporte público, no hay autos circulando en la medida de lo que era habitual. El viernes se conocía la decisión de Shell en Argentina: la empresa Raizen, licenciataria de la marca Shell en el país, dispuso discontinuar en “forma temporaria” las operaciones productivas de su refinería de la localidad bonaerense de Dock Sud como respuesta a la caída sostenida de la demanda, estimada en 80% promedio como se mencionó, de sus distintos productos.
La compañía aseguró que la medida “es de carácter temporario” y que “la producción en la refinería se reiniciará en la medida en que se restablezca la demanda y resulte necesario retomar la actividad”.
¿Qué sucederá con la producción? Es otro interrogante. Porque de la mano de la caída de consumo de combustible, viene aparejado que en algún momento los tanques de reservas se podrían ver colmados y no habría donde guardar ni producción de petróleo ni de combustibles. Las medidas del Gobierno Nacional de autorizar algunas actividades puede tener un impacto positivo en el consumo pero habrá que ver en qué porcentajes.
Vaca Muerta está más muerta que nunca en este contexto. Lo que apuntaba a ser el mayor nicho energético del país y que iba a lograr la independencia energética, no alcanzó a despegar del todo, entre las inversiones que no llegaron en la medida necesaria y el coronavirus, han tirado por tierra las expectativas que había y ahora deberá afrontar un panorama para nada alentador. En ese sentido, la producción convencional será la que siga sosteniendo la industria a pesar de todo lo que sucede.
¿Qué sucederá con las empresas de servicios? La situación de lo que se vive en la cuenca del golfo San Jorge no es distinta a la otras cuencas. ¿Cuántas lograran sobrevivir? Algunos estudios ya dan por hecho que en el país un 40% de las pymes cerrarán. En el ámbito local es difícil aventurar un número. La Cámara que agrupa a las empresas de servicio ha guardado, en general, silencio público, aunque con las operadoras y el sector político están tratando de buscar una salida. Una salida que se muestra difícil: pagar sueldos ya se avizora como una odisea para el próximo mes, y aquellas que están en el rubro de obras serán las más golpeadas por esto. No hay obras, no hay ingresos. Los primeros días de mayo serán claves para conocer el futuro inmediato.
En cuanto a los ingresos por regalías, ya comenzó el impacto negativo: en promedio, redondeando, un 50% menos de lo habitual. En las provincias esto es catastrófico. No hay mucho para explicar, es muy claro lo que significa.
El coronavirus derrumbó el precio del crudo. Esto afectó proyectos e inversiones en principio. Luego en el sostenimiento de la actividad comenzó a estar en duda. La cadena económica de la región se ve afectada. El ingreso a las arcas provinciales y municipales está afectada. La cuenca San Jorge tendrá que aislarse del contexto internacional buscando todas las alternativas válidas, y la única forma de hacerlo es en un trabajo en conjunto, en donde absolutamente todos deban ceder algo.