(Depetroleo-Gonzalo Díaz). Hubo una época, específicamente durante la era de Bretton Woods posterior a la Segunda Guerra Mundial, en la que parecía que el modelo capitalista iba a ser indefinidamente sostenible y podía evitar sumir al mundo en nuevos y grandes conflictos bélicos mundiales. A esa etapa se le conoce como la 'edad dorada' y su mayor logro fue la creación, en los países occidentales, del llamado 'Estado de Bienestar', que terminó debido a crisis de déficit de la balanza comercial y de presupuestos, que trajo aparejado una fuerte especulación contra el dólar debido a la debilidad económica americana en los '70, y dio paso al comienzo de la Guerra Fría, que a su vez, y posteriormente luego de aquel hito histórico que significo la caída del Muro de Berlín, dio apertura a la era llamada 'globalización' que tomó la forma de una competencia sin límites para los mercados y obtención de recursos, o lo que se conoce informalmente como 'capitalismo salvaje'.
Al principio esta competición no mostraba muchos signos de problemas. Hubo muchos "mercados emergentes" creados como resultado del colapso del bloque soviético en el cual las corporaciones occidentales podrían expandirse. Sin embargo, las tasas iniciales de rápido crecimiento económico no pudieron sostenerse y hubo intentos de controlarlo utilizando las políticas extremadamente liberales de los bancos centrales, hasta el punto de que las tasas de interés nulas e incluso negativas, lograron inflar y estallar varias "burbujas" financieras. Esto se hace mas evidente en la economía actual de los Estados Unidos, que aún hoy tiene muchas características de una burbuja, y es tan sólo una de muchas.
Si bien la conferencia de Bretton Woods, celebrada en 1944, trató de restablecer un orden económico mundial, la formación de las Naciones Unidas sirvió para un objetivo bastante diferente. El Consejo de Seguridad de la ONU, con cinco miembros permanentes con poder de veto, significó que mientras estos cinco países cumplieran con sus reglas, habría cinco esferas de influencia y, por lo tanto, también cinco zonas económicas relativamente exclusivas. Los líderes británicos en 1945, por ejemplo, casi no deseaban la disolución de su imperio; los registros de las discusiones en tiempos de guerra entre Roosevelt y Churchill muestran que los dos se enfrentaron repetidamente por las barreras arancelarias que separan las posesiones coloniales británicas del comercio internacional. Lo que se conoció como el "telón de acero" era una característica, y no un error de ese sistema ya que hasta el propio Churchill quería uno para su imperio, después de todo.
El mundo multipolar posterior a la Segunda Guerra Mundial no llegó a 'corporizarse' porque los imperios francés y británico se derrumbaron y sus nuevos estados independientes se alinearon con los Estados Unidos o la URSS, ya que la República Popular China no estaba en condiciones de ejercer mucho poder fuera de sus propias fronteras, ya que se recuperaba de décadas de guerra civil y ocupación extranjera. Luego de siete décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, se puede ver fácilmente que la era del dominio económico estadounidense y europeo está dando paso a un mundo multipolar en el que Rusia y China, una vez más, son capaces de defender sus intereses soberanos, territoriales, culturales y económicos.
Sin embargo, un retorno a la multipolaridad genuina no parece muy probable, al corto plazo. Rusia y China se necesitan mutuamente demasiado como para arriesgarse a un conflicto al perseguir sus propias esferas de influencia económica separadas y mutuamente excluyentes. Más bien, podemos esperar una fusión gradual entre estas dos potencias. Cuando se trata de los Estados Unidos y la UE, la situación es un poco más complicada.