(Por María Cecilia Cabrera - 2VALUECONSULTING) Siempre hay experiencias que merecen ser contadas y la evolución que ha tenido el rol de la mujer en la industria petrolera es una de ellas.
La evolución y adaptación de la mujer a la industria del O&G en todos los aspectos es tan notable como realmente trascendente. Destacándose en todos los sentidos desde la adecuación que se hizo a nivel infraestructura, las modalidades de trabajo, los roles que fue ocupando que históricamente estaban asociados a los hombres hasta participar en las decisiones de la denominada “mesa chica” en la jerga petrolera.
Hablamos realmente desde todos los puntos de vista empezando por la infraestructura, ya que a principios de los 2000 en algunas oficinas o módulos operativos de los yacimientos tener baños para mujeres y hombres no siempre era lo usual; menos aún en los campamentos en los equipos de perforación y WO.
En cuanto a las modalidades o metodologías de trabajo ya en el año 2009 se empezaba de a poco a aceptar el teletrabajo con contratos especiales firmados para tal fin y resultaba ser un beneficio identificado principalmente para las mujeres con hijos recién nacidos. Esta posibilidad sin embargo venía asociado a un costo emocional muy alto ya que el primer sentimiento que surgía era la culpa y la necesidad de justificar siempre que el trabajo se hacía e incluso trabajando más horas de las necesarias. La opinión generalizada era que la mujer que tenía la posibilidad o derecho de realizar el teletrabajo tal vez no cumpliría todas sus tareas de forma eficiente. Por supuesto que desde el punto de vista de la maternidad significaba una gran ventaja emocional y de optimización del tiempo.
Con la llegada de la pandemia Covid-19, todos descubrieron que resultaba ser altamente beneficioso para la conciliación entre la vida personal-familiar y laboral y ni hablar del ahorro a nivel económico tanto para las empresas como para la persona.
En cuanto a las posiciones jerárquicas, inicialmente la mujer fue ocupando de forma tímida, minoritaria y muy gradualmente roles más destacados en puestos de liderazgo, jefaturas y gerencias generalmente relegados a los hombres. Esto significó la posibilidad de superar numerosas barreras o los denominados “techos de cristal” que traían asociados consigo la competencia con iguales posiciones ocupadas por hombres que tenían disponibilidad horaria absoluta por ejemplo, quedando la mujer supeditada a surfear entre la jornada laboral y el rol de madre que ocupa en muchos casos.
Por último, desde el punto de vista de la profesión y como geóloga, ya desde la universidad se encontraba la disparidad ya que la cantidad de mujeres era de escasa a mínima, tendencia que se revierte año a año posibilitando brindar un mayor equilibrio en la oferta de profesionales de carreras técnicas para la industria.
En última instancia, la diversidad de género como así también la diversidad en general sin duda produce los mejores equipos de trabajo que posibilitan la consecución de los objetivos de las organizaciones y la maximización en la creación de valor para los accionistas. Es fundamental continuar y profundizar esta agenda en todos los ámbitos.