(Depetroleo-Gonzalo Díaz). Mientras la industria del petróleo de esquisto de Estados Unidos lucha con cambios sin precedentes y una ola de bancarrotas, su futuro sigue siendo objeto de debate. Joe Biden tiene, según algunos medios, una cierta ventaja en las encuestas de cara a las elecciones de noviembre, pero ha mantenido posturas no comprometidas sobre el fracking y el petróleo de esquisto. A veces está a favor, a veces está en contra. Mientras que el presidente Donald Trump ha dejado claro su apoyo al petróleo de esquisto, pero en el transcurso de la pandemia de coronavirus, su administración ha sido perseguida por acusaciones de abandonar la industria.
Las elecciones de este año parecen representar un momento existencial para la industria del petróleo y el gas para Estados Unidos. Un candidato dice que eliminaría gradualmente los combustibles fósiles para abordar una crisis climática, mientras que el otro promete continuar expandiendo la perforación y la producción.
Sin embargo, el resultado de las elecciones presidenciales puede tener sólo un efecto limitado en la producción de petróleo y gas, al menos a corto plazo. Los analistas y defensores dicen que es la economía, mucho más que cualquier política que Joe Biden o Donald Trump puedan promulgar, la que determinará el destino de la industria de los combustibles fósiles. Y esa economía no se ve bien.
Si Biden cumpliera su promesa de gastar 2 billones de dólares en una transición de energía limpia respaldada por un Congreso Demócrata que impulsa políticas audaces para alejar a la nación de los combustibles fósiles, los defensores dicen que podría comenzar un cambio ordenado lejos de la producción de petróleo y gas. Pero esos cambios podrían llevar tiempo, y los expertos dicen que la transición del petróleo ya está en marcha, lo apoye o no el gobierno de Estados Unidos.
Por su lado, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha ordenado a su administración que busque formas de poner fondos a disposición de los productores estadounidenses de petróleo y gas que luchan en medio de los precios más bajos del petróleo en dos décadas.
"Nunca dejaremos caer a la gran industria de petróleo y gas de los Estados Unidos. He dado instrucciones al Secretario de Energía y al Secretario del Tesoro para que formulen un plan que pondrá a disposición fondos para que estas empresas y empleos tan importantes estén asegurados en el futuro!”, tuiteó Trump en abril.
Marcando un posicionamiento totalmente diferente a su antecesor (Barack Obama) y el candidato presidencial demócrata Biden, el Presidente Trump dio por sentado las bases de un nuevo paradigma para el sector industrial, en este caso energético. Un sector que durante la actual administración, ha sido el motor de la recuperación económica de EEUU. Desde 1953, el país del Norte ha sido netamente importador de energías, de allí radica la importancia de esta llamada «Revolución Gasifera», la cual convertiría a EEUU en líder exportador a nivel mundial de Gas Natural Licuado (GNL) hacia 2020.
Paralelamente, el cambio e impulso de esta nueva matriz productiva, creó de forma directa e indirecta 6.4 millones de puestos de trabajo creados hasta ahora, impulsados y vinculados a el sector energético, con ganancias estimadas a los u$s 118.000 millones.
La producción de petróleo de Estados Unidos aumentó 3.9 millones de diarios entre la inauguración de Trump en 2017 y el inicio de la pandemia en marzo. Trump ha prometido continuar con un impulso desregulatorio en un segundo mandato, luego de flexibilizar las reglas del metano y abrir nuevas áreas costa afuera y árticas para perforar en el primero.
Es probable que Trump continúe practicando la "diplomacia petrolera" en Twitter, que comenzó en su primer mandato para instar a los productores de la OPEP+ a aumentar o reducir el suministro. Y se atribuye el mérito de haber ayudado a negociar el fin de la guerra de precios del petróleo de marzo entre Arabia Saudita y Rusia.
Con Biden, cualquier diplomacia de Estados Unidos hacia la OPEP podría regresar a cero. La legislación antimonopolio contra la OPEP solo vería un interés renovado si los precios de los combustibles se disparan, lo que no se espera hasta 2021.
Más allá de las conjeturas, encuestas y opiniones lo que es históricamente fáctico, es los precios del petróleo y los combustibles (el 25% del petróleo crudo en los Estados Unidos se utiliza para fines industriales. El petróleo crudo barato ayuda a una variedad de industrias a reducir los costos mientras luchan por volver a la normalidad) suelen tener un impacto determinante en las elecciones. Por ejemplo, los altos precios del petróleo, frenaron las posibilidades del presidente Jimmy Carter de un segundo mandato en 1980.